Tomada de “Iguala la Trigarante” de la Profesora Catalina Pastrana.
Una de nuestras costumbres más arraigadas son las levantadas de cruz. En casa, después de levantar los candeleros, la mesa y la cruz, se sintió un vacío con sombras por los rincones, en medio de esos silencios, un día, al atardecer, mi hermana muy asustada me dijo: -Ven, alguien se está bañando.
-¿Quién?
-No sé, nadie ha entrado, nadie contesta.
-Pregunta otra vez.
-Ya lo hice y nadie contesta. Ven y pregunta tú.
Fui, la cortina del baño estaba cerrada, caía de la regadera un chubasco de agua, y se percibía un tenue ruido, un ligero movimiento.
Caminé lentamente, no hablé, abrí la cortina del baño y no había nadie. Traté de cerrar la llave de la regadera, pero de súbito el agua dejó de caer, en ese momento sentí miedo. Pensé en las rezanderas cuando dicen: vamos a levantar la sombra, eso fue lo que sentí, como una sombra que se alejaba de ahí sin prisa, lentamente. Claro que sentí miedo. Mi hermana comenzó a rezar y yo fui por el agua bendita. Desde luego que al día siguiente llamamos al Padre Carlos para que bendijera la casa.
Llegó y le expliqué. Convencido me dijo: Hay cosas que no tienen explicación. Olvídalo. Comenzó a rezar.